La Rosa del Desierto

Acabo de llegar de un maravilloso viaje por Jordania, y de entre todas las perlas y flores que he descubierto en este pacífico país, ninguna tan hermosa como Petra.



Pero no todo es Petra en Jordania... todo un rosario de lugares bíblicos se pisan, se recorren, muy poco alterados por el paso de la Historia: el monte Nebo, el Yaboc, el Jordán, el Arnon, las montañas de Palestina con las luces de Jericón, Belén y Jerusalén sobre el Mar Muerto... y la gran desconocida, Jerash, la perla romana.

Las Crónicas Jordaneiras,  próximamente ;)

Mi pueblo

Ahora que voy a tener más tiempo y, además, estoy ampliando mi archivo fotográfico, voy a hacerle un hueco en este blog a mi pueblo, que ya presentaré adecuadamente.

Lo cuento para los que me estáis dando la vara con la actualización. Sí, sí, si tenéis razón, pero mantener un blog es otro trabajo: requiere tiempo y ganas. Ganas hay y tiempo... va a habel-lo ;)

Crónicas Kilimanjaleiras (X)

17 de agosto de 2003 (MWEKA HUT-MWEKA GATE-ARUSHA)

Podía haber dormido mejor, pero tengo los huesos reventados de tanta tienda de campaña. Hemos desayunado con fresquito y bajado hasta la "puerta" por un camino precioso, como del Mago de Oz, pero sin baldosas amarillas. Es la ruta Mweka, la más sencilla después de la Marangu (o de la coca-cola… la nuestra, la Machame es la ruta del ron). De vuelta al bosque lluvioso, a sus prehistóricos helechos, aves multicolores y olores de fermentación.

Las rodillas me han aguantado como unas campeonas y aunque ahora estoy muy cansada, me siento muuuuuuuuuuuuy feliz. Ya nos han dado los diplomas acreditando la ascensión, y la chakula (el papeo) que no ha estado nada mal. Ahora mismo estamos en un recinto, como si fuéramos auténticos mzwungus, observados por niños y vendedores que están haciendo el verdadero agosto con M. y J.A..

Todavía queda un rato hasta que vengan a recogernos para llevarnos a Arusha… ainssssssssssssss… esa ducha que me voy a dar no va a tener precio…

Todavía nos quedan días aquí en Tanzania: el safari por el lago Manyara y el Ngorongoro… luego nos vamos a Kenia… pero sé que no van a ser momentos tan intensos como los de estos días… a no ser que nos ataque un león o pueda ver a un guepardo persiguiendo una gacela.

Voy repartir mis últimos caramelos y gominolas y chocolates entre la marea de manitas que se agitan como brazos de una anémona. Qué ojos de trasto tienen todos jajajajajajaajajajajajajaja.

Adiós Cosmas, adiós Kanja, adiós Daoudi, adión Emmanuelle, adiós rafikis,



adiós Meru…



adiós Kili ;)

Crónicas Kilimanjaleiras (IX)

16 de agosto de 2003 (BARAFU HUT-UHURU PEAK-MWEKA HUT)

A las 23:30 h nos traían a la tienda (mi amigo Manolo-Emmanuelle) un té caliente y unas galletas. Me he forrado de ropa: camiseta térmica de manga corta, camiseta térmica de manga larga, forro polar fino, forro polar quitavientos y goretex para el cuerpo y brazos; pantalón térmico largo y pantalón goretex para las piernas; calcetines finos, calcetines extreme y botas de alta montaña en los pinreles; guantes polares finos y guantes polares extreme en las manos; buff de invierno y gorro del goretex en la cabeza; bastones y un par de tabletas de glucosa en los puños por si me da alguna pájara. y nos han colocado en fila. Daoudi-Baboo-M.- J.A.- S. – yo – Kanja – E.-D.-E.-Cosmas.

Con la luna casi llena, el frontal, igual que en el Meru, era innecesario prácticamente. El comienzo se hizo llevadero. Primero una subida entre rocas para enlazar con un terreno estable de piedras y cenizas. Los glaciares Rebmann y Drecken resplandecían con la luna. Hacía un frío de la pera y el paso era tan lento que era imposible entrar en calor. Al menos me daba tiempo para ver las estrellas y tan cerca… Scorpio seguía al revés, mirando hacia abajo, y Piscis se veía casi en la mitad del cielo. Las paradas para descansar se iban sucediendo cada vez con más frecuencia y yo tenía los pies y las manos insensibles. Y un dolor de espalda muy molesto de ir tan rígida.

Intentamos mantenernos juntos hasta Stella Point, pero Baboo era un continuo vertedero de vómitos y decidimos empezar a tirar E. y yo. Pronto E. se desmarcó en solitario y a mí se unieron el otro E., S. y D. y continuamos con Daoudi.

Hubo un momento, a 5400 m, cuando la pendiente comenzó a ser fuerte, en que dejé de sentir los dedos de la mano derecha. Daoudi me quitó los guantes y empezó a frotarlos para recuperar el flujo sanguíneo… pero sólo me dolía demasiado y comencé a tener una pesadilla despierta. Tuve visiones de mi dedo meñique amputado y mi madre dándome la charla por haberme embarcado en esta aventura. El resto del grupo nos alcanzó y paró para descansar. Miré a mi alrededor y me encontré un cuadro surrealista: J.A. sentado en una piedra delirando; M. diciéndole barbaridades para infundirle ánimos; S. aferrándose el estómago; su marido, E., pálido; y Baboo tirado en el suelo vomitando. Salí de mi paranoia personal al darme cuenta de que había llegado allí y no podía volver atrás, aunque dejara un dedo por el camino. También, los minutos descansando sirvieron para dar tiempo al cuerpo a regularse. Me levanté y comencé a caminar.

Alcancé a S. y a E. y aún tiré hasta D. Cuando Daoudi se puso a cantar el "Jambo" enfilando la última rampa hasta Stella Point, miré hacia arriba, vi las luces del amanecer y supe que ya estaba hecho el monte.



Ese primer rayo de sol despertó algo íntimo, algo atávico, algo desconocido de mí misma. No pude evitar llorar, y aunque todavía quedaba trecho hasta el dichoso final de la arista (que no llegaba nuca), ahí, a 5700 m comencé a notar la altura (un pequeño mareo si miraba mucho rato a las piedras, que se movían) y la falta de oxígeno (me costó encontrar el ritmo para no tener que pararme cada 4 pasos y boquear como un pez fuera del agua).

Ya estaba en el borde del cráter. El Kibo. Todavía quedaba una hora larga hasta el Uhuru, pero fue un paseo triunfal. E. ya debía haber llegado, D. nos tomó distancia, S. y yo íbamos sonriendo y jadeando pero con la felicidad reflejada en los rostros.



A la izquierda los glaciares del sur, con sus impresionantes paredes verticales de hielo milenario.



A la derecha el cráter, inmenso, de otro planeta, con el sol reverberando en los glaciares en terrazas del norte. Allí, al fondo, el famoso cartel de letras amarillas, rodeado de puntos multicolores, los expedicionarios que ya han culminado la gesta.

S. se quedó esperando a su marido, así que yo terminé sola los últimos metros hasta la cumbre. Llegué la tercera, llorando de emoción y lavando con esas lágrimas todo el sufrimiento causado por el tremendo frío (unos 20ºC bajo cero).



Tiempo para abrazos con montañeros de otras nacionalidades, tan emocionados como yo, fotos, más lágrimas, el recibimiento a los compañeros que iban llegando, más lágrimas… y risas, sobre todo carcajadas de liberación al suavizarse la temperatura con la fuerza creciente del sol.

Todos (tal vez exceptuando a E. "Robocop") hemos sufrido lo nuestro y en algun momento nos inquietaba y tentaba la idea de dar media vuelta. Y cada uno ha encontrado en sí mismo o en un compañero y en los guías, la fuerza necesaria para llegar a la cima de África.



Allí abajo, el continente que me tiene enamorada, se extiende indómito. Y yo lo tengo a mis pies. Me llevo unas pequeñas piedras de la cima, piedras que llevan allí por lo menos diez mil años. El Kili duerme ahora, pero quién sabe si no despertará de nuevo.

El descenso hasta Barafu ha sido una bendición gracias a las palas de escombro volcánico por las que nos hemos tirado, pero aún así nos ha llevado un par de horas largas. Tentempié y media hora de sueño y con todos los bártulos por un camino cómodo (felizmente para mis extenuadas articulaciones) hasta el campamento de Mweka, a 3000 m. La cena se ha servido pronto para que podamos dormir unas merecidas diez horas aproximadamente. Aunque… no sé, porque la pendiente es de 30º. He tenido que poner mi macuto haciendo tope para no escurrirme cuesta abajo jajajajajajajajajajajajajajajajajaja. No sé si voy a poder dormir… me siento tan bien…

Crónicas Kilimanjaleiras (VIII)

15 de agosto de 2003 (BARRANCO HUT-BARAFU HUT)

Etapa larga que Robocop, D. y yo hemos cubierto en menos del tiempo previsto. El grupo ha comenzado pole-pole ascendiendo por el sendero incrustado en el muro del Barranco, serpenteando por la pared. Señoras y baboos primero. En un pequeño paso aéreo que, para montañeros avezados como nosotros, no tenía ningún misterio, Cosmas me ha sujetado con tanta fuerza que me ha hecho daño. No se puede permitir ninguna caída de sus mzwngus, pero no parece que entienda que en el País Vasco las mujeres caminamos tan bien en la montaña como los hombres.



A medida que transcurría la jornada por ese paisaje desértico y rocoso, casi lunar, que tanto me apasiona, y como me sentía con fuerzas, me he ido despegando del grupo. Me he unido a E. y a D., que iban charlando. Al rato, D. se adelantaba, así que E. y yo hemos disfrutado en compañía mutua de las vistas sobre los glaciares Kersten y Heim, justo antes de bajar al valle de Karanga. Allí estaba D., tomando el sol sobre una piedra. Karanga es el último lugar con agua, pero yo con este frío bebo tan poca que justo he rellenado mi cantimplora, por si acaso. Pasando el valle, en el collado, hemos esperado al resto del grupo para comer. Así hemos hecho la digestión llaneando, hasta la encrucijada de los senderos de Mweka, Horombo y Barafu. Barafu significa "nieve"… pero debería ser "viento".

Un pensamiento común ronda nuestras mentes: esta noche es la noche. A pesar de todas las recomendaciones de no sobreesforzarse, de no malgastar energías… el chute de adrenalina por la tarde ya era incontenible. E. ha "demarrado" y sólo D. y yo hemos seguido su estela. Al adelantar a una pareja, su guía nos ha llamado "simbas" (leones) al vernos tan fuertes y a ese ritmo. De hecho, al llegar a Barafu los porteadores no habían ni montado las tiendas. Lo hemos hecho con ellos y también fotos del Mawenzi y del Kibo. Después la cena y a descansar hasta media noche.



Pernoctar a 4600 m en una pendiente y a unos 8ºC bajo cero se me antoja casi imposible. No puedo entrar en calor y prefiero relajarme escribiendo estas líneas que serán las últimas hasta que ya sea una exitosa o fracasada kilimanjarista. No es que me vaya la vida en hacer cumbre, pero hasta el momento estoy estupenda y tengo la moral por las nubes. Lástima no entrar en calor y estar rígida como una tabla de plachar… D. está roncando. Se ha tomado media aspirina porque le está afectando la altura y le duele la cabeza. Me da vergüenza ver a todos con algun achaque por la altitud y yo sentirme como si estuviera en el Gorbea. E. también está fuerte, pero es que es Robocop.

Crónicas Kilimanjaleiras (VII)

14 de agosto de 2003 (SHIRA HUT-BARRANCO HUT)

Hoy sí que hace frío, 2ºC y bajando. Lavarse las manos en la palangana esta mañana ha sido poco menos que doloroso. El pelo es un estropajo, pero como todos estamos igual y olemos a choto con la misma intensidad, me siento hasta menos cochina. Hemos cubierto la distancia en unas 6 horas, y como Jua (el sol) ha estado oculto… me he pelado de frío.
A medida que ascendíamos, por la izquiera iba apareciendo la planicie casi infinita de Shira. Todo el paisaje de hoy ha sido desértico, con senecios gigantes que nos recordaban a deliciosos y añorados percebes, enormes y hermosas lobelias y millones de flores del Everest. Al llegar a la zona próxima al glaciar Arrow la niebla nos envolvía como a los espectros y almas en pena, tal era el rostro de J.A. enfundado en su pasamontañas y sufriendo por la altitud.



(Pausa: M. está haciendo pis en la puerta de la tienda y J.A. le está echando la bulla. Pero M. dice que hace un frío que como para salir más lejos. Jajajajajajajaajajaja, parecen un matrimonio).

Hemos comido en una meseta a unos 4400 m, bajo el Kibo. El frío era del carajo, y además con los grajos de aquí, los "kungurrus" volando bien bajo a ver si pispaban algo del papeo. Y es que hoy Cosmas nos ha sorprendido con un cambio de menú: empanada de carne y una especie de sandwich con huevo, todo frito. Nos ha sabido a gloria.



Después de rodear la Torre de Lava el paseo por ese paisaje pedregoso emergiendo de una avalancha de tierra salpicada de las flores blancas del Everest, es como de cuento. Sé que ahora me atenaza el frío, pero dentro de un tiempo, cuando relea estas líneas en el calor de mi hogar, no podré sentir los pinchazos que me dan ahora los pies, y el recuerdo del campo de flores será mucho más reconfortante. No quiero perderme un solo detalle de cada paso que doy, de todo lo que me rodea, de todo lo que me invade.

Hay que descender por el collado del Gran Barranco. Aquí se recogen las aguas del deshielo y de las lluvias del sur del Kili. Le estamos dando la vuelta. Torrentes y cascadas de agua marrón por la tierra y sedimentos corren al lado de arroyos de aguas claras. Por supuesto me he dado un par de tragos de agua. Está congelada y se me han repasado todos los dientes, hasta los de leche… pero ahora llevo el agua del Kili en mí. El roquedo por el que bajamos está salpicado de senecios. Otra vez esa sensación de estar en el Paleozoico.



Después de entrar en calor, hemos tomado el colacao de la cena viendo, iluminadas por los últimos y rosados rayos de sol, las últimas nieves del Kilimanjaro.

Crónicas Kilimanjaleiras (VI)

13 de agosto de 2003 (MACHAME HUT-SHIRA HUT)

Fin del barro. Comienzo del polvo. Matope vumbi.



El camino ha serpenteado entre flores del Everest, las primeras lobelias y formaciones rocosas. Siempre pole-pole, siempre con el Meru de fondo, emergiendo de entre las nieblas y el eterno mar de nubes.



Etapa suave que he aprovechado para ponerme las botas de alta. Son muy cómodas y para estrenarlas hoy, tengo los pies como nuevos. Eso sí, estamos cubiertos de polvo, masticamos polvo, respiramos polvo. Polvo somos y en polvo nos hemos convertido. Llegamos a Shira Hut, en pleno centro de la meseta de Shira. Desde aquí tenemos un primer plano de la cima del Kili y los glaciares del norte. Es tan enorme y parece tan lejano e inalcanzable. ¿Cómo alguien tan diminuto como yo va a llegar ahí arriba?



Hemos llegado pronto. Ha sido una etapa corta y fácil… apenas 800 m de desnivel. Ya estamos a 3800 m aproximadamente. Nos ha dado tiempo para unas clases de swahili con Cosmas y los muchachos. Miro las expediciones acampadas con nosotros. Los franchuletis en sus Vaude amarillas, el americano solitario, la australianos igual de sola… y nos miro a nosotros, sentados en el suelo riéndonos y aprendiendo canciones con los porteadores.



Nos aprendemos sus nombres, nos damos las manos, compartimos las gominolas y chocolates que he llevado. Nos lavamos en la misma palangana (el agua escasea). A veces pienso que demasiada gente sólo ve el mundo, cuando lo mejor de la vida es vivir el mundo. Hace frío (7ºC al sol) y está anocheciendo. Estoy en la tienda, escribiendo con el frontal. Tengo las manos y los pies helados. Usiku mwema!

Crónicas Kilimanjaleiras (V)

12 de agosto de 2003 (ARUSHA – MACHAME HUT)

Después de desayunar y de renegociar el tema de las propinas con Faustine, nos vinieron a buscar para ir a Machame. Pasamos por Arusha para recoger los billetes, ya reconfirmados, de regreso. Arusha es una ciudad mucho más evolucionada de lo que imaginaba, muy moderna, con altos edificios, que no parece propia de este lugar, pero que, por otra parte, y dado que es el punto de partida de las expediciones al Meru y al Kili, ha de ir prosperando.

De camino avistamos un cabrito o cordero recién matado secándose al sol atado a dos palos en X: lo compramos. Será nuestra comida durante los próximos días.

En Machame Gate (la ruta Machame es la que hemos elegido), después de los trámites y el ritual, nos hemos puesto las capas y paraguas porque llovía (más roña que otra cosa, pero moja igual). Nuestro guía se llama Cosmas y entre los porteadores tenemos a Kanja, que viene con nosotros del Meru.



Al principio el camino es ancho y despejado, con algo de barro que provoca cierto disgusto. Jojojojojojojojojojojojo, lo que viene después…. "matope mangi". Unas cinco horas metidos en barro hasta las rodillas constantemente, esporádicamente hasta las orejas (hay un sendero "seguro" que discurre invisible sobre plataformas de caña que puentean los pozos más profundos, pero fueron varios de los expedicionarios franceses los que pisaron en lugar equivocado y hubo que "pescarlos" con una vara al efecto).



Y sin embargo, una vez borras de tu cabeza esos absurdos prejuicios por mancharte la ropa y tantos otros que nos han inculcado desde la niñez, comienzas a disfrutar de verdad, hasta del barro.

Árboles fem y mte oscurecen el mundo más allá de la senda.



Entre ellos se refugian los colobos gritones y un sin fin de aves multicolores que se dejaban ver como destellos brillantes. Lianas y helechos gigantes y todas aquellas toneladas de musgo… es como regresar al Carbonífero. Los olores ácidos que manan del suelo, las toneladas de hojas muertas sumergidas en el barro: la cuna del petróleo. Con tanto tiempo para disfrutar de ese paisaje desconocido y prehistórico llegas a pensar en tantas cosas…

Por fin el barro termina. Una tregua de una hora hasta llegar a Machame Hut. Pero… un momento. ¿Qué se ve entre los troncos de los cedros y lianas? ¿Qué se adivina, turbiamente, entre las hojas de los arbustos y sus leñosos cuerpos? Un trozo azul de cielo y luz se cuela… una silueta que ya comenzamos a venerar: el Kili… y parece inalcanzable todavía.

Por fin avistamos las tiendas que los porteadores ya van montando. Esta noche no habrá luz en la tienda-comedor, así que cenamos con velas. Hemos dejado atrás el barro y el bosque lluvioso. Como si hubieran trazado una línea, la vegetación exhuberante y mojada desaparece bruscamente y sólo quedan matorrales bajos y espinosos que anuncian la llegada del bosque bajo y la sabana. Firmamos en el libro de visitas y descansamos en la tienda.

Crónicas Kilimanjaleiras (IV)

11 de agosto de 2003 (SADDLE – MERU – MOMELLA – ARUSHA)

La jornada comenzó con el día, a las 0:00 horas.

Tomamos té con galletas y armados con los frontales y un cielo maravillosamente despejado empezamos la marcha. Éramos como los 8 enanitos, en fila india, en silencio detrás de Ozzy y Faustine, y con un par de porteadores intercalados entre nosotros.

Recuerdo la luna llena iluminando la senda, el frío y el viento. Apagué el frontal, no lo necesitaba. Nuestras siluetas negras se distinguían perfectamente entre los tonos grises y plateados del suelo y el fondo. Paso lento pero firme, pole-pole, fuimos ascendiendo hasta Rhino Point. Allí, en el cielo, veía las constelaciones ¡al lado contario del habitual! Cygnus, Cassiopea y Ursa Major a la izquierda, Scorpio directamente encima de la cabeza y totalmente ¡vertical! y poco a poco aparecían las Pléyades arrastrando a un Orión ¡horizontal!, y Sirio… brillando azul como nunca antes lo había visto. Sé que sólo yo disfruté de esa maravilla "celestial". Los demás caminaban cabizbajos, mirando al suelo para no tropezar. Sé que pensaban en la austríaca de la pierna rota. Robocop, D. y yo no. Se nos veía en los ojos… brillaban líquidos a la luz de la luna.

La subida fue penosa por las laderas de arena de lava. Éramos como la Comunidad del Anillo, como Sam y Frodo subiendo a hurtadillas al Monte del Destino.

Nos quedaban menos de 100 m para alcanzar la cumbre cuando amanecía tras el Kilimanjaro.



Robocop ya había llegado y yo lo seguía endemoniadamente eufórica. Faustine me pedía que no corriera, que fuera más despacio, pero yo no escuchaba, no oía salvo los latidos de mi corazón asalvajado. De pronto me di cuenta de que D. no venía. Me di la vuelta y bajé a buscarlo. Estaba incrustado en una hornacina esculpida en la roca, temblando por el frío. Le cogí la cámara de fotos, le masajeé las piernas, lo sacudí para que reaccionara un poco y le hablé de la cima cercana. Los demás estaban desperdigados, pero atendidos por los guías, sin duda. Allá abajo distinguí a J.A., acompañado de M. y Ozzy. S. y E. subían despacito delante de ellos. Con D. algo recuperado y dispuesto para el esfuerzo final, salí nuevamente corriendo ladera arriba, trepando y gritando a Robocop que ya llegábamos. Pisé la cima dando saltos de alegría y abrazando a Faustine. Unos minutos después D. asomó y en ese momento también lo hizo el sol detrás del Kili, como si le diera la bienvenida.



Estábamos a -3ºC, y había hielo en los intersticios de la roca, en la bandera metálica de Tanzania que no ondea en la cima. Estuvimos sacando fotos y contemplando el inmenso cráter y la mucho más impresionante ladera del cono volcánico. M. llegó remolcando a JA., blanco como la luna, y sufriendo un principio de mal de altura. Deliraba un poco, pero consiguió llegar. Baboo no… lo tuvieron que bajar porque casi se muere de frío. Culpa suya por inconsciente y no sé ni cómo calificarlo (un tío que ha hecho el Huascarán, tesorero de nuestro club de montaña y se viene a Tanzania con ropa de verano… y un forro fino para subir a 4500 m y luego a casi 6000… que sabe que vamos a soportar temperaturas de casi 20 bajo cero… en fin).

La foto en la cima y un recuerdo que perdurará para siempre.



El descenso hasta los 3600 m, hasta Saddle, fue duro porque había que ir ayudando a J.A. D. se encargó de remolcarlo casi todo el tiempo mientras yo no dejaba de alucinar con el paisaje volcánico que se deplegaba en torno a mí. Todos los rincones por donde había pasado de noche y ahora se revelaban con la luz del día me abrumaron. El cráter, la infinita ladera de lava, todo tan magno, tan inhóspito y agresivo. Sentí mi propia vulnerabilidad, mi pequeñez… y por dentro, sin embargo, era un titán, un caballo desbocado de emoción. Son estos paisajes los que me hacen sentir libre, minúscula, pero libre.



Desayunamos en Saddle y continuamos el descenso hasta Miriakamba. Descansamos un rato, comimos palomitas y proseguimos imparables hasta Momella Gate. El último incidente, llegando a Momella, se produjo cuando Baboo, en otro alarde de inconsciencia, provocó a una manada de búfalos que pastaba tranquilamente a unos cien metros de nosotros. Unos cuantos machos comenzaron a patear el suelo, como toros bravos antes de embestir, y tuvimos que salir a marchas forzadas de allí, con el consiguiente enfado de Ozzy y la subsiguiente broca que le pegamos a Baboo.

13 horas después de habernos levantado, estábamos subiendo al 4x4 que nos devolvería al Spices & Herbs. La ducha, inenarrable… el agua estaba fría, pero después del primer susto (y dos pastillas de jabón) el cansancio y la porquería se fueron por el desagüe y sólo quedó satisfacción total. La cena fue rápida, pero disfrutando del curioso pan etíope y de una "conversación" con una cacatúa que apredió a decir el nombre de D. a cambio de un par de pistachos y un picotazo por intentar rascarle la cabeza.

Crónicas Kilimanjaleiras (III)

10 de agosto de 2003 (MIRIAKAMBA – SADDLE – LITTLE MERU)

He dormido como un tronco para estar en una habitación con 23 roncosos más. Para cenar llegaron dos expediciones más, aunque M. y J.A. son los roncadores profesionales. Yo creo que los del grupo francés no han pegado ojo en toda la noche a juzgar por los caretos que lucían esta mañana. El desayuno ha sido alucinante: pasta, sopa, fruta, tostadas, café, té, leche con cacao y sucedáneo de mantequilla. Me he puesto ciega a pan de molde. Cada rebanada es como la suela de la bota de J.A.

La ruta de Miriakamba a Saddle discurre por el corazón del bosque lluvioso,



con esos maravillosos árboles llamados hyggenias (o algo así), que guardan entre sus retorcidos troncos y exuberante ramaje el silencioso secreto de los habitantes de la selva.



En un estanque había huellas de elefantes y antílopes que se acercan arropados por la noche a saciar la sed del día, a salvo de miradas furtivas e indiscretas.



Decenas de rincones antiguos plagados de orquídeas nos sorprenden en cada vuelta del sendero que sube y sube… hasta que el barro se seca, los altos árboles caen y el camino se vuelve polvoriento, seco y los arbustos ocupan los bordes.

Saddle está en un lugar privilegiado. A la derecha se alza el Pequeño Meru, con sus 3800 m, más alto que cualquier otro monte que haya subido antes, más alto que Aneto, y sin embargo, tan humilde y recogido bajo la sombra de su hermano mayor. Después de una pequeña siesta (que no fue tal porque comparto habitación con M. y J.A. y no sé si por la altitud o qué, pero no han dejado de decir tontadas y de hacernos reír a D. y a mí) hemos ido dando un paseo hasta su cima. Sobre las cinco de la tarde, allí arriba la temperatura era de unos 12ºC y las panorámicas quitaban la respiración. Delante, igual de lejano y gaseoso, como un espejismo, el Kili.



A mi espalda, el reto inmediato, colosal y desafiante: el cono volcánico del Meru.



Nos hicimos la foto de rigor en la cima, desplegando la ikurriña, cómo no. Estamos seguros de ser los primeros santutxutarras que llegan ahí arriba.

De regreso, mientras cenamos, llegan unos austríacos. Una de sus compañeras se ha caído en el descenso del Meru y llega en parihuelas con la pierna rota. El mal rollo flota en nuestra cabaña. Pero hay que irse a dormir y descansar, porque a las doce de la noche nos levantan para la etapa final.

Yo me dormí en seguida. Puede que soñara con las lobelias que había en la puerta, o con aquellos topos peludos y negros que vi correteando entre los arbustos espinosos… o con lo que nos esperaba en pocas horas.



Crónicas Kilimanjaleiras (II)

9 de agosto de 2003 (ARUSHA-MOMELLA-MIRIAKAMBA)

Después de un sueño reparador y un desayuno con tostadas y tortilla, nos han llevado hasta Momella Gate, en el parque natural del Meru. Íbamos en un 4x4 con muy buenos amortiguadores, por cierto. Por el camino hemos visto jirafas y búfalos. Resulta extraño sentirse dentro de un documental de National Geographic y que ver estos espléndidos animales sea tan común aquí como cruzarse con un perro o con un gato en casa.

En Momella ha comenzado el ritual de cada expedición. El grupo "ficha" en la garita del parque. Se nos asigna un ranger armado, Ozzy, que nos protegerá en caso de que un búfalo, un elefante, un babuino o cualquier otra criatura que amenace nuestra integridad. Y el grupo de porteadores, con Faustine a la cabeza, pesa los macutos y se reparte la carga (las mochilas, la comida, el agua).



Por fin, emprendemos el ascenso hasta el refugio de Miriakamba. Partimos de 1600 m y ascenderemos hasta los 2500 m. Debo guardar el cuaderno y ajustarme los cordones de las botas y los bastones. El día amenaza lluvia, pero hay "resolillo" y la temperatura es óptima para caminar.

Ya estamos en Miriakamba. Yo debajo de un árbol, escribiendo, como siempre.

Ha sido una etapa muy bonita, con tiempo nublado y algo de xirimiri finalmente. Rebaños de búfalos, manadas de facóqueros, grupos de babuinos y jirafas solitarias nos han acompañado durante el recorrido; las red hot pokas, el sambird, oleas y nupsias… flores y plantas que no había visto ni olido en mi vida.

Los porteadores nos han alcanzado a medio camino, a la hora de parar para comer. Nos han preparado un sandwich de algo indeterminado, pollo seco, una fruta que era un limón pero sabía a naranja, plátano y galletas. Yo ya he comenzado con los trueques, cambiando el plátano por galletas. Durante un rato he caminado junto a Ozzy, para practicar mi swahili de aldea. Se ha reído mucho porque sólo sé cantar una canción de amor jajajajajajajajajajajajajjaaja, pero a cambio me ha enseñado unas cuantas frases prácticas, aunque me ha dicho que si iba cantando esa canción, seguramente me saldrían "demasiados" pretendientes.


El refugio de Miriakamba está muy bien para lo que nos esperábamos, y después de unos pistachitos y unas pipas, nos han puesto para tomar té, chocolate y café. La temperatura ahora, a las seis de la tarde (una hora más que en España) es de unos 13ºC y hace un momentillo se ha levantado la niebla lo justo para ver la cima del Meru. Y… sorpresa… al darme la vuelta… ahí emergía, entre las nubes, la cabeza nevada del Kilimanjaro, la montaña de los dioses. He sido la primera en verlo, y a pesar de parecer tan lejano e inalcanzable, sé que en unos días estaré allí arriba, mirando hacia aquí.

Shabda

El sonido de la onda del Universo

Pintura a pastel



De cuando tenía tiempo y ganas de guarrearme con las pinturas...

Jaime Ferrero, la cara de un hijoputa

No sé cuántos visitáis mi blog, pero esto lo váis a ver mucho tiempo y mucho rato.  Y espero que los 4 hijos de puta que aparecen en las fotos, así como el fotógrafo/a también.  Deseo con todo mi corazón y toda la mala hostia que puedo desarrollar (y es muuuuuuuuucha) que os jodan toda vuestra puta vida, que no merecéis ni vivirla.   Es para juntaros a ti, a tus amigos y reventaros la cara a patadas, sollar vuestros pellejos con un soplete y después cortaros las manos y la polla, para que no volváis a joder nunca más.  Os deseo una muerte agónica, lenta y que reproduzca todo el sufrimiento que habéis causado.  No merecéis ni la mierda que cagan los gatos, no merecéis ni otra letra más.


Jaime Ferrero
C/ BANDERAS CASTILLA, 49
45600 Talavera de la Reina (Toledo)
Tfno:925826182








Crónicas Kilimanjaleiras (I)

Por fin he recuperado mi diario de montaña.  A continuación, y en varias entregas, iré transcribiendo las crónicas de mi viaje a Tanzania.  Los cambios de tiempo verbal están motivados por las circunstancias: es decir, había días que escribía al final de la jornada, otros durante la misma... habrá partes del discurso en pasado, otras en directo, y otras pueden ser flashbacks sacados de notas que fui escribiendo en otros soportes que encontraba a mano (una servilleta, un trozo de periódico...).

Sólo están narrados los primeros días, hasta el descenso del Kilimanjaro.  Las visitas al Ngorongoro, el lago Manyara y Kenia serán relatadas en otra ocasión.

7 y 8 de agosto de 2003 (BILBAO – ARUSHA)

A las siete de la tarde estaba como un clavo esperando con mi petate de 16 kg a que pasaran J. y D. para llevarnos a Loiu. Allí nos juntamos con el resto de la expedición: J.A., M., E., S., E. (Robocop) y J. (Baboo).

Cogimos el avión a Madrid y allí, en Barajas, estuvimos casi 8 horas esperando. Yo acabé durmiendo en un banco en la calle, como una mendiga, porque dentro del aeropuerto te congelabas con el aire acondicionado.

"Son las 2:06 h aquí en Barajas y aún faltan 4 horas para coger el vuelo a Amsterdam. No sé si todavía esto que me está pasando es real, si mañana a estas horas estaré en el corazón de África, bajo el techo del continente negro y caluroso".

Sobre las cuatro y media de la mañana facturamos el equipaje y aún salimos con una hora de retraso por problemas atmosféricos en Amsterdam. Menos mal que volábamos con KLM y se avisaron de los retrasos, porque nosotros ya llegamos por los pelos al enlace con el avión al Kilimanjaro International Airport, y así y todo tuvimos que esperar media hora más a otros pasajeros. Total, que eran las once y media de la mañana cuando emprendimos, por fin, el viaje intercontinental.

Despegamos en mitad de "Every breath you take", lo cual fue, ciertamente, romántico. Sobrevolamos Frankfurt y los Alpes, éstos al son the "Somewhere I belong". Se podía ver el champiñón del Mont Blanc emergiendo de las nubes. Sólo quedaban ya 6174 km hasta destino. Cruzamos Italia de refilón por el Tirreno, saliendo por la suela de la bota para encarar la entrada a mi amada África por espacio aéreo libio, cerca de Benghazi. Qué bien… sólo faltan 4624 km.

El desierto se manifestaba infinito bajo la otra infinitud, la del azul del cielo. Dunas, barjanes en tonos ocres, dorados y pozos petrolíferos agotados, afloramientos calizos semejantes a esqueletos comenzaron a vestirse de rojo al llegar a Sudán. Entre Jartum y el Facher ya sólo nos quedaban 2320 km, seguíamos a 10 km sobre las nubes y a 900 km/h. La noche nos sorprendió entrando en Kenia, como furtivos, amparados por las sombras violetas y púrpuras. El 747 empezó a descender lentamente hasta que, a falta de 20 minutos para destino volábamos a 5144 m de altitud, por debajo ya del soñado Kilimanjaro. Las luces de Arusha brillaban como las estrellas del firmamento bajo nuestras alas. Tras 8 largas horas aterrizábamos en el Aeropuerto Internacional.

Llegamos sobre las nueve de la noche, un día después de embarcar en el primer avión de los tres que cogimos. Los controladores de pasaportes no eran como los macizos holandeses, pero el trámite del visado fue rápido pues sólo nuestro avión aterrizó a esas horas.

Luego de aflojar 25$, Emilian nos ha recogido para traernos al hotel. Nos ha costado una hora larga llegar al "Spices and Herbs", un curioso hotel etíope lleno de fotos de sus "ilustres" huéspedes, entre los que se encuentra Bill Clinton. A este hotel regresaremos al bajar del Meru.

Por fin vamos a dormir en una cama, con mosquitera. Estoy agotada. Y sin embargo exudo adrenalina y sólo tengo ganas de correr y saltar y pegar gritos, despertar a todo el mundo y morirme de risa. Es como si me hubiera bebido toda la cosecha de La Rioja del 96.



Resident Evil: ¿quién sería yo?

You scored as a HUNK
A member of Umbrella. His ability to escape death is both a gift and a curse. HUNK does what he has to do and always gets the job done.
HUNK 100%
Chris Redfield 83%
Claire Redfield 75%
Albert Wesker 67%
Rebecca Chambers 67%
Billy Cohen 58%
Ada Wong 58%
Leon Scott Kennedy 42%
Jill Valentine 42%
Carlos Olivera 42%
Barry Burton 33%

La sala del Marqués

Un foro de cultura general donde tienen cabida todas o la mayoría de las inquietudes intelectuales del internauta medio... y medio friki también.

Es un proyecto que está empezando, hay mucho por hacer, pero es interesante.  Y lo mejor es la cuadrilla de sujetos y sujetas que nos hemos juntado... yo no me perdería el formar parte de algo así ;)

http://lasaladelmarques.net

Una tarde cualquiera

El sol entra por el ventanal del salón calentando mi espalda, produciéndome una agradable sensación de confort. Nuestra música favorita cae suavemente desde los altavoces, ralentizando el paso del tiempo. Desvío la mirada de la pantalla del ordenador y te veo leyendo, repanchingado, tranquilo, disfrutando. Apoyado en tu brazo izquierdo, casi enredado en tu pelo, el gato guapo. Acurrucados a tus pies, el gordo y el blanco. Y arropándote, amorosa, la gorda. Sonrío y vuelvo mi atención a la pantalla. Al rato, te siento respirar profundamente, acompasadamente, quedamente. Sonrío más, mientras me regocijo viéndoos dormir y pienso: todo lo que amo cabe en un sofá.