Crónicas Kilimanjaleiras (V)

12 de agosto de 2003 (ARUSHA – MACHAME HUT)

Después de desayunar y de renegociar el tema de las propinas con Faustine, nos vinieron a buscar para ir a Machame. Pasamos por Arusha para recoger los billetes, ya reconfirmados, de regreso. Arusha es una ciudad mucho más evolucionada de lo que imaginaba, muy moderna, con altos edificios, que no parece propia de este lugar, pero que, por otra parte, y dado que es el punto de partida de las expediciones al Meru y al Kili, ha de ir prosperando.

De camino avistamos un cabrito o cordero recién matado secándose al sol atado a dos palos en X: lo compramos. Será nuestra comida durante los próximos días.

En Machame Gate (la ruta Machame es la que hemos elegido), después de los trámites y el ritual, nos hemos puesto las capas y paraguas porque llovía (más roña que otra cosa, pero moja igual). Nuestro guía se llama Cosmas y entre los porteadores tenemos a Kanja, que viene con nosotros del Meru.



Al principio el camino es ancho y despejado, con algo de barro que provoca cierto disgusto. Jojojojojojojojojojojojo, lo que viene después…. "matope mangi". Unas cinco horas metidos en barro hasta las rodillas constantemente, esporádicamente hasta las orejas (hay un sendero "seguro" que discurre invisible sobre plataformas de caña que puentean los pozos más profundos, pero fueron varios de los expedicionarios franceses los que pisaron en lugar equivocado y hubo que "pescarlos" con una vara al efecto).



Y sin embargo, una vez borras de tu cabeza esos absurdos prejuicios por mancharte la ropa y tantos otros que nos han inculcado desde la niñez, comienzas a disfrutar de verdad, hasta del barro.

Árboles fem y mte oscurecen el mundo más allá de la senda.



Entre ellos se refugian los colobos gritones y un sin fin de aves multicolores que se dejaban ver como destellos brillantes. Lianas y helechos gigantes y todas aquellas toneladas de musgo… es como regresar al Carbonífero. Los olores ácidos que manan del suelo, las toneladas de hojas muertas sumergidas en el barro: la cuna del petróleo. Con tanto tiempo para disfrutar de ese paisaje desconocido y prehistórico llegas a pensar en tantas cosas…

Por fin el barro termina. Una tregua de una hora hasta llegar a Machame Hut. Pero… un momento. ¿Qué se ve entre los troncos de los cedros y lianas? ¿Qué se adivina, turbiamente, entre las hojas de los arbustos y sus leñosos cuerpos? Un trozo azul de cielo y luz se cuela… una silueta que ya comenzamos a venerar: el Kili… y parece inalcanzable todavía.

Por fin avistamos las tiendas que los porteadores ya van montando. Esta noche no habrá luz en la tienda-comedor, así que cenamos con velas. Hemos dejado atrás el barro y el bosque lluvioso. Como si hubieran trazado una línea, la vegetación exhuberante y mojada desaparece bruscamente y sólo quedan matorrales bajos y espinosos que anuncian la llegada del bosque bajo y la sabana. Firmamos en el libro de visitas y descansamos en la tienda.

2 comentarios:

__m__ dijo...

Se que yo tb como corderito y tal……pero verlo muerto..me quitaria las ganas de comer…

Jejeje, vamos, las arenas movedizas no son un mito entonces no?

Leerte es como seguir una novela….”que es eso que vemos a lo lejos?...” madre de dios, que suspense….jjajaja

Señora del Averno dijo...

Y eso que era un monte... si llega a ser un búfalo enrabietado, nos da un patatús jajajajajajajajajajaja.

Nah, como mucho se oían los colobos gritar en los árboles, y ramas moviéndose, pero nada más.

Y sí, las arenas movedizas existen y si no es por las pértigas de los guías, a la abuela franchuletis se la traga el barro. Yo metí una vez el zanco hasta medio muslo, pero Cosmas, siempre detrás de mí, me sacó antes de que me diera cuenta. Y comimos barro... ufff... en las fotos no se ve suficiente jejejeje, es que no estaba para sacar la cámara, en serio.